Hasta mis manos han caído un par de artículos del filósofo Ramón Irigoyen (Pamplona, 1942), autor de varios libros de poesía entre otras temáticas. Sendos artículos son primos hermanos pues contienen estrofas iguales o muy parecidas, con referencias a la poesía clásica polaca y alusiones al pasado de este país en los últimos 150 años. Los destinatarios, eso sí, son las aficiones de los equipos de fútbol del Osasuna y del Zaragoza, unos días antes de que se enfrentaran a algún equipo polaco en competición europea.
La estrategia de Irigoyen de mezclar los ámbitos balompédicos y poéticos es de agradecer, pues lo habitual mientras se lee o escucha a quienes se supone saben de la cosa deportiva es desconectar el cable que va desde nuestro pabellón auditivo hasta el cerebro, por el bien de éste último. Con la poesía polaca, todo lo contrario. Establecer una antología de antagonismos entre sendas disciplinas de la vida me llevaría una entera, no cal.
Como pertenezco a la generación audiovisual, pero creo que todavía no lo suficientemente estúpida como para haber olvidado leer y escribir (en ese orden), me considero afortunado al conocer los ámbitos del negro sobre blanco y el "frame by frame", y eso concierne a la poesía y la literatura polaca. Cuando alguien me ha preguntado por Polonia, he realizado intentos más plebeyos de recomendar libros y películas con desigual acierto, pero acierto al fin y al cabo. Ahora me he propuesto lanzar un reto a los lectores de Trail. ¿A qué película -adaptación de un famoso libro de Adam Mickiewicz- corresponde este diálogo?
(suenan campanas a los lejos)
Él: "El destino quiere que, en este mundo, todo termine al sonar la campana. Los altos pensamientos, los planes de la imaginación, los juegos de inocencia, los gozos de la amistad, las manifestaciones del corazón" (mirándola) "Cuando a lo lejos tañe el bronce todo se hace añicos, se confunde y se desvanece. ¿Qué queda entonces?"
Ella: "El recuerdo"