Ignorante yo, de que el antiguo campo nazi alemán de exterminio estaba relativamente tan cerca de Cracovia, no lo dudé ni por un instante y fui a verlo. No podía creer que aquello siguiera en su sitio y nadie lo hubiese volado por puro ataque de escrúpulos. Alguien me explicó que por ese motivo precisamente no lo habían desmantelado, era demasiado salvaje, frío y concluyente como para borrarlo del mapa.
Esa madrugada de febrero del año 2000 empecé a comprender mucho de la idiosincrasia polaca. De no haberlo hecho hubiese demostrado ser tan imbécil como en otras muchas ocasiones donde no supe llegar al fondo de la cuestión, caso que en ésta se revelaba demasiado obvia y terrenal como para no tenerla en cuenta, el hombre es el lobo del hombre.
He viajado allí muchas más veces, siempre acompañando a otros, y he seguido aprendiendo de sus reacciones, de sus silencios -el que no conozca Auschwitz, que sepa que el silencio es la nota predominante- y reflexiones. Habiéndome sacudido los clichés que cada parte interesada impone sobre el campo, por muy ciertos que sean, he logrado ver aquel inmenso terreno en libertad y respeto, y por la experiencia de mis repetidas visitas sólo puedo decir que ojalá los viajes de estudios de mi país tuvieran visita obligada Auschwitz, y cuando más jóvenes, mucho mejor.
Así formaríamos a muchos imbéciles como yo por la vía rápida, poniéndoles de frente a los hornos de cremación de Birkenau diciéndoles .-"Mira, a esto lo llamaban la solución final" para que de una vez por todas se dieran cuenta de que no se hace justicia desenterrando fusilados o reviviendo épicas batallas pasadas, sino educando a los nuestros en la paz.
Auschtwitz es patrimonio de todos, y debe de ser visto como el mejor ejemplo del peor resultado de la exaltación y gloria de banderas, naciones y creencias. Su cartel de "el trabajo te hace libre" y su robo más bien parece un intrincado programa de márquetin. Que lo han robado ya se vé, pero... ¿quién? Por lo que a mi respecta seguiré yendo cuando toque, con o sin cartel, y si es sólo mucho mejor.
P.D.: Me llamo imbécil y conmigo a otros muchos como muestra de cariño. Si bien, sobre eso escribiré otro día.
Esa madrugada de febrero del año 2000 empecé a comprender mucho de la idiosincrasia polaca. De no haberlo hecho hubiese demostrado ser tan imbécil como en otras muchas ocasiones donde no supe llegar al fondo de la cuestión, caso que en ésta se revelaba demasiado obvia y terrenal como para no tenerla en cuenta, el hombre es el lobo del hombre.
He viajado allí muchas más veces, siempre acompañando a otros, y he seguido aprendiendo de sus reacciones, de sus silencios -el que no conozca Auschwitz, que sepa que el silencio es la nota predominante- y reflexiones. Habiéndome sacudido los clichés que cada parte interesada impone sobre el campo, por muy ciertos que sean, he logrado ver aquel inmenso terreno en libertad y respeto, y por la experiencia de mis repetidas visitas sólo puedo decir que ojalá los viajes de estudios de mi país tuvieran visita obligada Auschwitz, y cuando más jóvenes, mucho mejor.
Así formaríamos a muchos imbéciles como yo por la vía rápida, poniéndoles de frente a los hornos de cremación de Birkenau diciéndoles .-"Mira, a esto lo llamaban la solución final" para que de una vez por todas se dieran cuenta de que no se hace justicia desenterrando fusilados o reviviendo épicas batallas pasadas, sino educando a los nuestros en la paz.
Auschtwitz es patrimonio de todos, y debe de ser visto como el mejor ejemplo del peor resultado de la exaltación y gloria de banderas, naciones y creencias. Su cartel de "el trabajo te hace libre" y su robo más bien parece un intrincado programa de márquetin. Que lo han robado ya se vé, pero... ¿quién? Por lo que a mi respecta seguiré yendo cuando toque, con o sin cartel, y si es sólo mucho mejor.
P.D.: Me llamo imbécil y conmigo a otros muchos como muestra de cariño. Si bien, sobre eso escribiré otro día.