Ha ocurrido, el destino se vuelve a reír de sí mismo embarullando la historia y traicionando de nuevo al pueblo polaco. He tomado el título del estado que una amiga polaca manifestaba en el caralibro, pues es dolorosamente acertado.
Con los años, uno se da cuenta de la necesidad de que las grandes desgracias ocurridas a otros pueblos se perpetúen en el tiempo. Tal sensación emana del hecho por el cual nunca han faltado plumas en Europa que apunten hacia Polonia como un país sumido en la sombra.
Las imágenes de tres abuelas rezando de rodillas mientras una voz alocuciona que "el pueblo polaco se refugia en la oración" va un peldaño por encima de la demagogia más pueblerina y decadente que he visto en años, pero no más dolorosa que sacar a colación la sandez del teletubbie-gay el mismo día del fallecimiento de Kaczyński entre otras 95 personas.
Es la tragedia que necesitan unos pocos para consolarse de sus propias miserias, como en otras ocasiones aquí he relatado. Resulta que nuestros medios de comunicación tienen tan poco empaque y comprensión del hecho que a la hora de relatar la noticia tienen que solucionar sus carencias con frivolidades como "el hermano que queda vivo es el radical". Por favor, limítense a dar la noticia y dedíquense, a piernas semienterradas, molerse a garrotazos en su duelo absurdo con la realidad.
Se trata de personas que han fallecido, y de un país que aún funcionando en estado de shock sus gentes están apoyando de manera ejemplar y sin fisuras a sus personalidades desaparecidas, como ejemplar ha sido el visionado de la película "Katyń" de Wajda en la televisión rusa, que además volverá a emitirlo en fechas próximas.
Yo no soy ni fui partidario de Kaczyński, nunca lo he escondido, pero su muerte me ha afectado como si de un amigo se tratara, entre otras cosas, porque sólo la figura del presidente de Polonia identifica mucho de la historia trascurrida, los logros alcanzados, y la lucha constante por la libertad como es la Polonia que muchos llevamos en el corazón.