Dice Jacek Pawlicki en su artículo "Europa jest Zmęczona" (Europa está cansada), del periódico Gazeta Wyborcza, que la Unión acusa una profunda "fatiga por asistir" a los países que más recientemente se han adherido a la misma, Bulgaria y Rumanía, y que eso provoca el que algunos miembros más antiguos estén suspirando por los tiempos de una UE de quince o la máximo diecisiete países. Los ricos, para que nos entendamos. Dicha en boca de Pawlicki, la expresión "fatiga asistencial" suena como sonaría dicho por cualquier ciudadano común, pero si quien lo pronuncia es Durao Barroso es como para pensarlo un segundo.
Tienen razón, a medias.
Plagada de estafas y desfalcos, según Pawlicki, la ayuda que la Unión provee a los nuevos países se pierde en intermediarios, mafias, caciques políticos y en general a cualquier bolsillo menos a la recuperación de los estados miembros hacia donde va dirigida. Esto provocaría que cada país se ocupara de sus propios asuntos mucho antes que de la unión, a la que le costará muchísimo esfuerzo emerger de la peor crisis económica de una sola pieza.
Pero no conviene olvidar que los presupuestos son manejados por los países de mayor peso, y que de su mano está el cambiarlos si hiciese falta, por ejemplo:
- Cambiar las erróneas políticas agrarias que tanto lastran al pequeño productor, llevándose además el grueso del presupuestos anual de la UE.
- Cambiar las muy erróneas políticas de control de subsidios y ayudas. ¿Adónde va el dinero?
- Cambiar la idea de que somos un lobby económico y que detrás no hay nada más.
Y así, una tras otra, acometer las reformas del más preciado bien que hemos obtenido tras siglos de guerras y miserias: La Unión.