Pero del Verano pasado, cuando la revista QuéLeer publicaba un pequeño reportaje de Gabi Martínez (Barcelona, 1971) sobre Polonia, titulándolo: "Castellano en Varsovia".
Políglotas. En un despacho del ICVAR, los polacos Broneck y Aneta y el español Pablo hablan del reparto que dividió la ciudad y que aún distingue el talante de sus habitantes: sector ruso, prusiano y austríaco. Dicen "terrible", "traidores", "sufrimiento", "destrucción".
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Recibir de todos lados. Huele a salchichas -suele ocurrir-, pero el primer plato es sopa fría con verduras, kéfir y huevo. Es la hora de comer en el Return, el restaurante de un club cercano. El ICVAR, además de estar adherido a la embajada española, es vecino del estadio de fútbol del Legia y de una pista de tenis cuyas gradas se ven desde aquí.
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La Cultura en Cracovia. Gerardo Beltrán tiene el proyecto Tres poetas de Vilna, un libro donde reunirá biografías y textos del Nobel Czeslaw Milosz, Tomas Venclova -actualmente en Cracovia- y Abram Sutzkever -quien tras ser confinado a un gueto emigraría a Israel-, para ilustrar cómo en esta ciudad lituana tan desplazada de los grandes acontecimientos globales han brotado algunos de los poetas más inmensos.
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Sexo y Bisontes. Por la avenida Krakowskie Przedmiescie se suceden las librerías. En la más grande, de varios pisos, destaca Los crímenes de Oxford de Guillermo Martínez. De vez en cuando se ve algo de Allende, de Borges, Galeano, Benedetti. Eduardo Mendoza ha triunfado con La aventura del tocador de señoras y, ahora que se va a reeditar Rayuela, el Cervantes aprovechará para presentar una exposición de fotos hechas por Cortázar, "porque él estuvo aquí dos veces".
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Marciano. "Lo bueno del comunismo era que el régimen financiaba la cultura. Lo malo, la censura", dice Kasia Kacprzak, que, además de llevar la prensa en el Cervantes, participó en el despegue del Instituto Adam Mickiewicz (homólogo del Cervantes para la lengua polaca) y, como tantos de sus paisanos, cree que "entre alemanes y rusos se cargaron la flor de la juventud varsoviana".
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Sardanas. -¡Venga, vente a bailar sardanas! -me grita por la tarde una colla de polacos agarrados por las manos. Ya han empezado a saltar.
-Hace siglos que no bailo.
La sardana forma parte de las Jornadas Españolas. Me mantengo al margen. Algunos me miran con muecas equiparables a las que yo esbocé al saber que en la iglesia de la Santa Cruz se conservan los corazones de Chopin y del Nobel Wladislaw Reymont.
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Fuente: Revista QuéLeer
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