Un aceptable consumo interno sumado a constantes medidas correctoras en la exportación, así como un generoso aporte de los fondos de la Unión Europea y la construcción de estadios y terminales aéreas que acojan el próximo Europeo de Fútbol son la receta aplicada para sobrellevar los tiempos de crisis económica a escala global.
El retorno del "fontanero polaco", que se cifra en la vuelta de millones de emigrantes a su país de origen con una buena bolsa de ahorros, y de la contención del crédito (sobre todo hipotecario, para aquellos que todavía estéis especulando con la idea de invertir en ladrillo báltico) por parte de los bancos es la cuadratura del círculo en un mercado que aún posee una moneda propia, el złoty, que resiste los embites internacionales con notable y razonable fortaleza en parte por estar controlado por el Banco de Polonia, pero también porque existen buenas políticas de protección al dinero local.
Pero no todo son buenas noticias. El desfase entre inflación y crecimiento también afecta al país como a los demás, produciéndose una pérdida de poder adquisitivo y el comienzo de un retraso en inversiones locales a largo plazo. Es quizá la asignatura pendiente, pues el polaco de a pie es más consciente que nunca de que la llegada del euro le ocasionará no pocos dolores de cabeza, y aunque entiende el momento actual como un necesario tiempo de ajuste y microinversión, está por verse si el gobierno conservador decide que finalmente sea el ciudadano el que disponga del capital, y no los grandes inversores e inversionistas como hasta ahora.
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