Abro el "Wroclaw in your pocket" y efectivamente, sirve ni para empacar pescado. Eso sí, habla de una bonita iglesia jesuíta a pocos metros de allí y dejo de leer los siguientes catorcientos párrafos.
Con mi padre tengo un juego que en realidad no es tal. En otras ocasiones, cuando nos hemos adentrado en iglesias de jesuítas, hemos intentado descubrir quién era quién. Ignacio, Estanislao, Javier y toda esa peña que suelen encontrarse por estos templos suelen ser el inicio de un juego de pistas que hay que saber entreleer. Es entretenido.
Entro. Vacía. La recorro, hay un guía hablando con unas guiris norteamericanas que le preguntan qué es lo que está pintado en el techo. Casi nada, así a vuelapluma me salen unos cincuenta personajes en la historia de la creación contada a los cristianos. Me acerco para sintonizar la parabólica y justo en ese momento está en ello: "...y ese de ahí es Javier". Joder qué bien, me acabas de ahorrar el esfuerzo. Al poco descubro toda una capilla dedicada al navarro. Un poco cascada pero oyes, no están las cosas como para ponerse estupendo.
Karol es el guía. Hablamos de todo un poco. Quiere montar una empresa de turismo pero no tiene claro cómo hacer. Le cuento lo de la cara de pedo de las señoras y se ríe. Yo es que no fui a jesuítas sino a los marianistas y claro, contar chistes en la iglesia no consta en sus registros. Se extraña al escucharme, o mejor dicho, le extraña mi acento pero le parece guay. No sé si le entiendo esto último. Da igual. Subimos por las escaleras del coro. Miramos el órgano. Hablamos del mural del techo a menor distancia de éste. Los dos sabemos lo de la iglesia-escuela. Entra una yaya por la puerta. Echa un donativo.
1 comentario:
Muy buena y ágil descripción. Deberías decirte más cosas a ti mismo. Y, claro, compartirlas.
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