Hace días bromeaba sobre la primera vez que pisé Polonia, hace como doce años. El tren había salido de Praga por la noche y a la madrugada siguiente llegaba a Cracovia. En aquel andén estaríamos como a unos cinco o seis grados bajo cero. Mientras lo recorría hacia la salida, un hombre se me acercó y con el rostro muy serio, me dijo:
- “El pasaporte que porta no es válido en Polonia, por lo que ud. debe adquirir otro legalizado aquí mismo, más concretamente a mí que soy el encargado.”
“Claroclaroclaro” respondí, y seguí mi camino totalmente despreocupado, consciente de que de esas ya había visto un huevo, tanto en Rusia (con mi amigo Nacho Romero recibimos bautismo del Este de Europa en 1998 ó 1999) como en Chequia (donde era estudiante de la primera hornada de intercambios con aquel país). Pero aquello se me quedó grabado, pues el cómo la primera vez que llegas a algún sitio y la cara que pones siempre incite al timador a sacarte los cuartos, le salga bien o mal, dice mucho de uno mismo y no para bien, precisamente.
Ahora bien, lo que me pasó en Cracovia le puede pasar a otro en Teruel, sin ir más lejos, y que en vez de pasaportes se trate de un suplemento por exceso de equipaje o algún truco de los viejos. Si te paras a pensarlo, en cualquier andén te pueden dar tila.
Y ahora vamos al temazo. Racismo en Polonia. Hace unos años que ya escribí sobre éste entre otros asuntos, y aburre lo recurrente que resulta cuando hay que leer cosas sobre algo de lo que no se tiene la más pajolera de las ideas.
A ver, chicos, de una vez por todas, hay tanto racismo en Polonia como en cualquier otro país europeo, ni más, ni menos. Los ejemplos sobran: neonazis haciendo el imbécil, objetos denigrantes lanzados al campo, insultos racistas y tal… ¿de verdad en nuestros países de origen somos taaan civilizados que lo de Polonia nos horroriza? ¿Qué lleva implícita la noticia sobre racismo? ¿A quién beneficia? ¿A quién instruye?
Ojo, no niego que exista, ni que ésta sea despreciable, pero sí que niego que de repente los aficionados polacos que acuden a los estadios sean unos descerebrados que disfrutan persiguiendo africanos por las calles. En la misma Varsovia, donde han sacado unos planos muy de cerca de varios subnormales haciendo el saludo nazi, las principales comunidades de inmigrantes son tan dispares como sólo la vietnamita, india, latina, roma o judía pudieran ser. Ostentan negocios, van a la universidad, defienden Varsovia como propia la mayoría de las veces.
Polonia ha cambiado tanto que hemos pasado, y esto lo he visto yo, de tener un cogotero revendiéndote pasaportes de palo a que te reciban en cualquier sitio con todo tipo de facilidades, amabilidad y seguridad. Me podréis tachar de imparcial, claro, pero es que cuando las cosas andan mal por este lado del mundo, siempre hay en Polonia cosas tan sufridas como unos gemelos terribles (sobre los que se llegó a decir “el que queda vivo es el peligroso”, tal cual), investigaciones para ver si los Teletubbies son homosexuales o señoras ultracatólicas que… que… que son ultracatólicos y eso no puede ser! Líbrenme los corceles del infierno de defender nada ni a nadie de espantoso rigor intelectual, pero que cada vez que tengamos algo que nos va a explotar en la cara tengamos que arrearles a éstos… huele.
Y todo por el fútbol, que aún me molesta más. Si por lo menos fuera por un plato de habas, pero es que ni vosotros que leéis este rollo ni yo vamos a sacar bocado de todo ésto, a no ser que te guste ir por tu ciudad tocando el claxon y jodiendo el mobiliario público por placer, que de todo hay.
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