Cuatro cosas sobre gestión cultural

Aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero todo indica que sí, que me voy a pasear por el Rynek unos años aún. Sin dar mucho con el perfil "españoles por el mundo" y peña exitosa, con restaurantes que te mueres o casarracas en idílicas playas. Servidor, con seguir haciendo lo que me gusta, se da con un cantico en los dientes.

A uno/a le viene bien cambiar de perspectivas, romper con la monotonía, ya sabes. Eso que antes conseguías abriendo un libro y que ahora no resulta tan fácil. Demasiado ruido, mucha maleza en el jardín de tu propia casa, donde malas hierbas reverberan el llanto de un bebé, y lo tornan en el relinchar de una manada de caballos al galope. Si enciendes la tele, los jinetes del apocalipsis como poco. Esa es la fotografía diaria.

Así que en éstas me encuentro a escasas horas de subirme al avión. Cuando vuelva por estos lares, será de todas todas para ponerme a construir. Mas quisiera yo que fuese en España, debo convencerme de que expatriarse a plazos es como hacer un máster importantísimo. Bueno, vale, total, ahora está de moda decirle al vecino que eres un jasp de éxito en casa Dios. Así que si te cae mal, como es el caso, se lo puedes cascar en el jeto por el mero gusto de hacerlo. Ya estoy pensando en pisar Zaragoza y pongo el modo "joputa" en marcha, no me preguntes por qué.

De todos estos años dedicado a este oficio y habiendo conocido especímenes de todo rango, hay cuatro cosas que ya me he aprendido sobre la gestión cultural. Primera, pasa desapercibido. Segunda, huye de los egoístas. Tercero, no les creas. Cuarto, si quieres ganar pasta hazte dentista.
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