De patinazos, ojos ajenos y las
fotografías del desencuentro.

He creído conveniente escribir, no a la inesperada (por su parte) protagonista de estos días atrás, sino a todos aquellos lectores que de pasada, o en profundidad, hayan podido leer sendos artículos de P. Rahola sobre el antisemitismo en Polonia el primero ("Polonia aún hiela el alma"), y el segundo como réplica días después a la respuesta que obtuvo ("Polonia y el surrealismo") desde medios y particulares.

No me extenderé mucho, tampoco hay demasiada literatura que derrochar en esto.

No hay antisemistismo en Polonia. Al menos, no como finalmente se afirma en estos artículos. Tampoco existe una tradición antisemita, no como la pudieron tener Austria, Rusia, Italia, Alemania o la propia España. Me honraría que Toledo tuviese un barrio como Kazimierz, pero hoy en día no es así, y no es por casualidad.


Polonia vive hoy un proceso interesantísimo, un escenario donde confluyen los últimos coletazos de un comunismo del que sólo avergüenza la supervivencia de sus archivos, esos que fueron escritos por comunistas en su propio beneficio, y que aún hoy determinan quién es ciudadano de primera y de segunda. A la contra, miles de polacos nos deslumbran a todos por continuar el trabajo de los/as Abakanowicz, Wajda, Milosz, Penderecki, Kieslowski (de quien se vuelve a reponer su homenaje a la bandera francesa en Localia TV estos días, para mi gozo) o Kantor... ergo, la base cultural polaca sigue siendo la potentísima, europeísima y muy capaz herramienta de progreso donde muchos nos inspiramos y sentimos cercanía.

España es cómplice de Polonia.

Muchas veces trato el tema con amigos y compañeros: Los españoles vimos después de una dictadura fascista (de derechas), cómo estamentos desaparecidos durante la misma salían despedidos hacia la cumbre del gobierno, porque la mayoría social pedía cambios, reformas, libertades y, en definitiva, una transición hacia la democracia. Aquel tiempo podría muy bien corresponder con lo que hoy acontece en los dieciséis voivodatos.

En Polonia, no hubo quien pactara un sistema bipartidista como en España (algo que al final irá a su favor), y de ahí que no hayan surgido los sucesores de Wałesa o Mazowiecki aún. Mientras esto ocurre, muchos aguantamos el chaparrón de los Giertych (Liga Polskich Rodzin), Lepper (Samoobrona Rzeczypospolitej Polskiej) o los Kaczyński (Prawo i Sprawiedliwość), quienes no muestran suficientemente la incomodidad de andar de la mano con ultranacionalistas. Eso es todo. De ahí, a que haya antisemisitismo... no, sus problemas son otros, y en época de elecciones, los españoles necesitan estar en lo que deben estar.

¿Quiénes somos para señalar la fealdad de nadie?


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