Cuando se conformaban los partidos democráticos en España muchos de los apoyos exteriores provinieron de Alemania, entre otros, a fin de conformar un sistema que asimilara las divisiones políticas europeas que venían dirimiendo los compases del continente: conservadores y progresistas.
Esto es así, tanto como la participación del plan Marshall en la formación política de los antiguos países del Eje (el de verdad, el de verdad) o como el reparto de Numancia entre las tribus celtíberas que habían ayudado a Escipión en su tarea de conquistarla. Nada nuevo bajo el sol.
Que la Unión Europea haya elegido Presidente de la Cámara a un activista de Solidaridad, luego Primer Ministro y miembro de la Plataforma Cívica es el revés final de la Unión Europea a un par de gemelos de cuyo nombre ya nadie recuerda y que se convirtieron en la parte débil de un país necesitado de una buena política exterior para crecer.
Las buenas noticias, son buenas por lo que son, y no por lo que anecdóticamente parecen ser.
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