Lo admito, me molestan las celebraciones de un campo de concentración. No puedo evitarlo. Me fastidian aquellos quienes toman el nombre de Auschwitz en vano, sus peroratas, sus fotografías del desastre y reproches a toro pasado. Un lugar donde se masacraron seis millones de personas no puede acoger nada. Lo declararía reserva nacional y restringiría su paso a quienes fueran limpios de corazón, libres de banderas, henchidos por ser personas.
Habrá quien diga que no hay lugar que dé mejor sentido al pasado, o que a ver quién es el listo que se pone a juzgar tales atributos. A todos digo que me conformaría con que la procesión se realizara en el fuero interno de cada uno, y no mediante un tipo del telediario, justo cuando acabas de meterte a la boca tu primera cucharada de lentejas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario